614 - ANÁLISIS DE PREVALENCIA DE TROMBOFILIAS EN UNA COHORTE DE PACIENTES
Hospital Universitario Rey Juan Carlos, Móstoles, España.
Objetivos: La enfermedad tromboembólica venosa (ETEV) es el tercer síndrome cardiovascular más común después del infarto de miocardio y el ictus. Entre los factores de riesgo innatos para ETEV se incluyen las trombofilias hereditarias y esporádicas, entre las que destaca el síndrome antifosfolípido (SAF). Este estudio tiene como objetivo analizar la proporción de positivos en anticuerpos antifosfolípidos y anticoagulante lúpico entre pacientes que se someten a una primera determinación de los mismos.
Métodos: Estudio descriptivo, observacional y retrospectivo que incluyó a todos los pacientes sometidos a un primer estudio de trombofilia relacionada con el síndrome antifosfolípido en un hospital secundario entre los años 2013 y 2024. Se ha analizado la proporción de positivos de: anticoagulante lúpico, anticuerpos anticardiolipina (IgM e IgG) y anticuerpos anti-beta-2 glicoproteína (IgM e Ig G).
Resultados: Durante el periodo de estudio, 10518 pacientes fueron sometidos a, al menos, una determinación de anticuerpos antifosfolípidos y/o anticoagulante lúpico. La proporción de resultados positivos para cada tipo de prueba fue la siguiente: Anticoagulante lúpico: 1.183 de 9.169 pruebas (12,9%). Ac. anticardiolipina IgM: 800 de 10.518 pruebas (7,6%). Ac. anticardiolipina IgG: 423 de 10.527 pruebas (4%). Ac. anti-beta-2-glicoproteína IgM: 360 de 6.758 pruebas IgM (5,3%). Ac. anti-beta-2-glicoproteína IgG: 159 de 6.760 pruebas IgG (2,4%).
Discusión: En nuestra muestra de pacientes, los anticuerpos asociados con el síndrome antifosfolípido son más prevalentes que en la población general. La prevalencia del anticoagulante lúpico es del 12,9%, comparado con menos del 5% en la población general. La tasa de positividad para anticardiolipina IgM es del 7,6% y para IgG es del 4%, ambas superiores al menos del 5% en la población general. Los anticuerpos anti-beta-2-glicoproteína tienen una prevalencia del 5,3% para IgM y del 2,4% para IgG, frente a menos del 5% en la población general. Esta diferencia se debe a que nuestros pacientes tienen una mayor probabilidad pretest por presentar antecedentes compatibles con el síndrome antifosfolípido. Sin embargo, en comparación con los pacientes con síndrome antifosfolípido, nuestra muestra tiene prevalencias similares para el anticoagulante lúpico (10-20%) pero menores para anticardiolipina (20-30%) y anti-beta-2-glicoproteína (15-30%). Es llamativo, por otro lado, la discordancia entre el número de primeras determinaciones de anticuerpos anticardiolipina y anti beta-2-glicoproteína, dado que su determinación como cribado de SAF se debe realizar conjuntamente. Hasta el momento, no hemos encontrado explicación plausible a este hecho.
Conclusiones: La proporción de positivos en al menos una determinación entre pacientes sometidos a un primer cribado de SAF se sitúa en torno al 12%. Existe una discordancia inexplicada entre el número de determinaciones de ac. anticardiolipina y ac. anti beta-2-glicoproteína.