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Algunos tornarán la mirada al pasado y lo recordarán con cariño. Otros verán en estas líneas el futuro, cargados de ilusión, recelo y dudas. Este escrito puede tomarse como una guía, una referencia o simplemente como un pretexto para pensar sin esfuerzo, recordar sin cerrar los ojos y sonreír con la memoria. En cualquier caso, espero que estas líneas os lleven a la reflexión o al menos os evoquen algún recuerdo que merezca la pena.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Especialización en Medicina</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">La medicina es una ciencia milenaria en permanente evolución, pero no sigue un camino único, sino que se divide. Entre los profesionales, podríamos distinguir dos vertientes: una que llamaríamos divergente, que tiende a la <span class="elsevierStyleItalic">hiperespecialización</span>, y otra convergente, que aboga por la <span class="elsevierStyleItalic">visión integral del enfermo</span>. En ocasiones, se ven como bandos opuestos, enemigos acérrimos, defensores de dos teorías contrapuestas, pero la realidad es que ambas tendencias tienen su parte de razón, no hay un camino único. La medicina pierde su sentido, su esencia, si se cae en una excesiva ramificación, si se busca la tranquilidad al pensar: «No es de lo mío». La especialización, si se eleva a la máxima potencia, hace pasar del saber mucho sobre algo a saberlo todo sobre nada, nos convierte en el <span class="elsevierStyleItalic">sabio ignorante</span><a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib1"><span class="elsevierStyleSup">1</span></a> de Ortega y Gasset. En el otro extremo nos encontramos con una acertada reflexión de Juan Ramón Ribeyro: «Como en esta época es imposible saber todo, lo único que logro es no saber nada bien y saber todo mal»<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#bib2"><span class="elsevierStyleSup">2</span></a>. Llegados a este punto, es fácil entender que lo óptimo es que se anden los dos caminos, sin perderse de vista mutuamente. Así, en las especialidades modernas siempre habrá alguien que sepa más que tú, pero con la inquietante tranquilidad de que nadie lo sabe todo, porque el saber no ocupa lugar, pero sí tiempo.</p><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">El recién licenciado se ve en esta dicotomía de nada más terminar la carrera, el eterno dilema de bucear hasta las profundidades, donde solo focalizamos en lo que hay enfrente, o flotar en la superficie, donde la vista no alcanza el horizonte. La elección de la especialidad en sí no es algo difícil, pero está cargado de responsabilidad, y eso da miedo.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Primer paso: acabar la carrera</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">La universidad es toda una institución y un referente en la vida de cualquiera que haya pisado sus aulas, sus pasillos, sus laboratorios y su cafetería. Es difícil resumir todas las emociones que vives en esta etapa, las alegrías y las penas, las decepciones y las sorpresas. La presión y las vacaciones. Los compañeros. Los amigos. La carrera de Medicina se empieza con miedo e incertidumbre, como todas las carreras, con dudas e inseguridades por la falta de experiencia, y con ilusión, como todo a lo que se llega después de un esfuerzo. Una vez que llegas a sexto, no sabes hacer otra cosa que ser estudiante, porque es lo que has sido toda la vida, la palabra que has escrito al rellenar innumerables formularios, lo que te define y tiene significado en sí mismo. De repente dejas de ser estudiante y pasas a ser… nada, ni estudias ni trabajas. Bueno, estudias pero no eres estudiante, estás en terreno de nadie. Eres consciente de que lo próximo son siete meses de esfuerzo para volver a empezar de cero. Y otra vez el cambio. El vacío.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Segundo paso: el MIR</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">El MIR es un paso que hay que dar (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig1">fig. 1</a>) y se puede empezar con el pie izquierdo o con el derecho. Personalmente me lo planteé como algo que me tocaba hacer, pero que me daba la oportunidad de aprender lo que no me dio tiempo en la carrera y recordar todo aquello que en su día supe y olvidé. Es un período que alterna tranquilidad y apremio, cansancio y relajación, libertad y condena. Es un lapso corto que se hace largo, donde hay que estudiar mucho, pero poco a poco, donde se duerme y se vela por igual. El MIR se escribe con mayúsculas y no es para menos, puesto que es todo un ente que te persigue en la carrera, pero no de forma evidente, sino acechándote, descubriéndose lentamente según se va acercando, mostrándose como algo temible. Te cansas de asegurar que no te da miedo, que te queda muy lejos, pero en el fondo sabes que llegará, que algún día se te echará encima y te tocará sufrirlo. Hay leyendas de todo tipo, grandes hazañas y fracasos, teorías para todos los gustos e interminables consejos. Supone la prueba donde debes mostrar lo que sabes, o más bien, cómo te desenvuelves con lo que sabes, cómo sorteas los mil y un trucos de las preguntas para rascar un punto más, cómo abordas el estudio de una carrera de seis años en siete meses. Un examen sin un temario limitado, lo cual hace que siempre puedas saber más y que lo que consigues dominar pueda cambiar a 3 días del examen. Es un examen rodeado de un halo de respeto y de desconfianza, pero al final, cuando sales del aula donde te examinas, con la mirada perdida por el cansancio, las emociones eclipsadas por la concentración y la boca seca por la tensión acumulada, el único pensamiento que tienes en la cabeza, la frase que lo resume todo, es un simple y casi decepcionante: «ya está, se acabó».</p><elsevierMultimedia ident="fig1"></elsevierMultimedia></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Tercer paso: la elección</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Aquí empieza lo bueno, las ansiadas vacaciones, esos maravillosos cuatro meses que parecen no tener fin. Los planes se acumulan y el dinero se acaba. El relax se come las horas, pero no importa, el tiempo fluye como el viento y de paso se lleva algunos datos que retenías de forma vaga en la memoria, que se van difuminando sin que te des cuenta. La euforia se concentra en aprovechar el tiempo, las últimas vacaciones de verdad, el fin de toda una trayectoria, el paso a valerte por ti mismo… Demasiadas cosas en la cabeza y poco tiempo para llevarlas a cabo, hay que darse prisa.<elsevierMultimedia ident="201308271716185092"></elsevierMultimedia></p><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Después del descanso inicial comienza otra etapa más, la recopilación de información. Se trata de un proceso desenfrenado, en el que se acude a los hospitales a preguntar a unos y otros, a residentes de especialidad y rotantes, a amigos y amigos de amigos, a adjuntos y jefes. Enseguida te das cuenta de que no existe la opción perfecta. Cuando comienzas a inclinarte por una aparece otra nueva. Cada ventaja se convierte en duda y cada inconveniente en desahogo. solo buscas que aparezca la clave, ese punto que hace decidirte, pero no llega, falta algo, siempre habrá quien te diga que volvería a coger lo mismo en el mismo sitio y quien te diga que ni se te ocurra. No hay consenso. Y parece que no vas a decidirte nunca.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Primera pregunta: ¿qué?, ¿por qué Medicina Interna?</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">La respuesta a esta pregunta no es algo que pueda resumirse en unas líneas. Cuando eliges Medicina Interna no se debe a que te guste la medicina más que al resto, ni a que sepas o quieras saberlo todo. No es eso, ni tampoco se fundamenta únicamente en el afán por mantener la visión global del enfermo, ya que es algo que cualquier buen médico conseguirá. Y me refiero a buen médico, no a buen especialista. Un médico no es aquel que lo cura todo, que diagnostica como nadie, sino el que se sabe enfrentar un problema de salud, el que busca, el que discurre, el que relaciona, el que interacciona y, por supuesto, el que trata al paciente como una persona que necesita ayuda, no como un cliente que hace cola y me roba el tiempo, algo que nos olvidamos en la recámara cuando aprieta el tiempo y el hartazgo nos satura.</p><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">La Medicina Interna no es la especialidad más cómoda, no es la que te va a dejar más tiempo libre y, mucho menos, la más lucrativa. Es un servicio con camas infinitas que acoge gran cantidad de enfermos, de todo tipo, que vienen de cualquier servicio y que pueden acabar en cualquier otro. Hay enfermos fáciles y difíciles, desahuciados y esperanzados, interesantes y repetitivos. La Medicina Interna interacciona con todas las especialidades, consulta y es consultada por igual. Tiene todo lo bueno y todo lo malo que puede tener un cajón de sastre, ya que es como funciona en muchos casos, aunque su idea original no sea esa. La gran ventaja es que permite que domines el manejo de casi cualquier enfermo, comenzando con los síntomas, siguiendo con los síndromes y concluyendo en las enfermedades.<elsevierMultimedia ident="201308271716185093"></elsevierMultimedia></p><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Yo elegí Medicina Interna porque es la única que aúna todo aquello de lo que no quiero olvidarme, porque me brinda la oportunidad de aprender todo lo que necesito saber, o al menos lo que me gustaría saber. La medicina es una intrincada red con infinitos nudos. Para encontrar dónde se atan los cabos hay que recurrir a la asociación de ideas, no a la memoria sin más. Esto es la Medicina Interna. Te enseña la enfermedad y el enfermo como interrogantes a los que hay que responder. No puedes quedarte con los brazos cruzados y esperar a que eso que hay oculto dé la cara.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Segunda pregunta: ¿dónde?</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Esta es otra pregunta casi imposible de responder hasta que ya no hay vuelta atrás. Es una pregunta que te pone los pelos de punta, ya que es donde más dudas se concentran (<a class="elsevierStyleCrossRef" href="#fig2">fig. 2</a>). La elección del lugar de trabajo es absolutamente crucial, fundamental, y más aún en Medicina Interna. Es una especialidad tan amplia en todos los hospitales que se convierte en algo extremadamente variable. Las ventajas en un hospital concreto se convierten en desventajas comparándolo con otro.</p><elsevierMultimedia ident="fig2"></elsevierMultimedia><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">El ambiente de trabajo</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Puede que no parezca importante a priori, pero en el hospital se pasan muchas horas, algunas caóticas, otras aburridas. Si la compañía es buena todo se hace más agradable, y lo que es agradable motiva. Y la motivación mueve montañas. Las asperezas entre los servicios y la enemistad entre los compañeros desembocan en un desastre para la formación del residente y una condena para el paciente. Definitiva e inequívocamente el buen ambiente es una necesidad, no un capricho, y todos tenemos que ayudar a que se consiga.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">El tipo de hospital</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Grande o pequeño, otra de las grandes dudas. En un hospital con muchas camas y servicios de referencia se ven patologías de todo tipo, se gana experiencia y resolución rápidamente, pero con la desventaja de que en ocasiones la sobrecarga es excesiva. En un hospital pequeño la Medicina Interna gana en peso relativo y la carga asistencial está mejor repartida, pero en ocasiones se apoya en servicios menos potentes.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">La docencia</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Éste es un tema que suele pasar desapercibido al principio de la residencia. Pocos estudiantes preguntan acerca de ello y, cuando lo hacen, muchos no tienen una idea del todo acertada de qué significa exactamente. La docencia es un derecho del residente, pero también es algo que se debe buscar. La formación clínica es un pilar indiscutible, pero también lo es la formación teórica, en ocasiones postergada por la ya mencionada saturación del sistema. El doctorado, las publicaciones, los cursos y los congresos están a nuestro alcance, con buena ayuda y algo de actitud están en nuestra mano.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Las condiciones</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">En una profesión como la Medicina es vital encontrar un equilibrio entre trabajo, aprendizaje, formación y calidad de vida. No suele primar en el momento de elegir, pero sí es una de las cosas que más afecta al día a día, por lo tanto, debe tenerse muy en cuenta. Las guardias y su libranza, la supervisión, las responsabilidades… Formase bien y vivir a gusto no son incompatibles.</p></span></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Cuarto paso: la cita en el Ministerio</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Con el título en la mano, el examen realizado, el número de orden adjudicado y las investigaciones concluidas, ahora solo hay que decidir entre las opciones que has seleccionado y te ves con la obligación de tomar una decisión en la que no puedes equivocarte, una decisión madura, con todos los cabos atados. En lo alto de la montaña rusa alguien se acerca y te dice que no te preocupes, que vas a estar bien hagas lo que hagas, que no te vas a equivocar. Lo recibes con alivio, es lo que necesitas escuchar. 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Algo que se basa en aspectos puramente académicos, otra batalla más de la guerra entre el quiero y el puedo.</p></span><span class="elsevierStyleSection elsevierViewall"><span class="elsevierStyleSectionTitle">Quinto paso: empezar de nuevo</span><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Hecho. Según sales del Ministerio vas siendo consciente de que no hay vuelta atrás. Reaparece esa sensación de que los pies no tocan el suelo y sin querer se dibuja esa sonrisa de medio lado que te hace parecer feliz. Los nervios se desvanecen. Ya está todo hecho. Ahora sí.</p><p class="elsevierStylePara elsevierViewall">Sin embargo, al llegar al hospital vuelve la inquietud, las primeras impresiones, las felicitaciones y las preguntas. Las nuevas caras. Los primeros consejos e indicaciones, que grabas a fuego. Las primeras advertencias, sin pestañear. Y poco a poco te vas haciendo tu hueco. La tensión inicial se va relajando, se desparrama con las primeras bromas, las primeras sonrisas y las fiestas de bienvenida. Nace la complicidad con los más cercanos. Los veteranos te van guiando, te enseñan la teoría y los trucos, cuidan de que no te quedes solo, pero también te azuzan para que no pierdas el norte. Así comienza todo, con el cerebro como una esponja, los ojos como platos y las manos fuera de los bolsillos. Vas cogiendo cariño a tus enfermos. Cada vez más seguro a medida que hilas lo que tenías enmarañado y quitas las telarañas del recuerdo. Poco a poco te vas convirtiendo en eso que imaginaste una noche mientras estudiabas una asignatura de quinientos folios. «¿Quién me mandaría a meterme en esto?». Ahora sabes por qué.<elsevierMultimedia ident="201308271716185095"></elsevierMultimedia></p></span></span>" "textoCompletoSecciones" => array:1 [ "secciones" => array:10 [ 0 => array:1 [ "titulo" => "Compañeros, amigos y maestros:" ] 1 => array:1 [ "titulo" => "Especialización en Medicina" ] 2 => array:1 [ "titulo" => "Primer paso: acabar la carrera" ] 3 => array:1 [ "titulo" => "Segundo paso: el MIR" ] 4 => array:1 [ "titulo" => "Tercer paso: la elección" ] 5 => array:1 [ "titulo" => "Primera pregunta: ¿qué?, ¿por qué Medicina Interna?" ] 6 => array:2 [ "titulo" => "Segunda pregunta: ¿dónde?" 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A. Callejas Díaz
Medicina Interna, Hospital Universitario Puerta de Hierro, Majadahonda, Madrid, España