En su origen las sociedades científicas (SSCC) de diversas ramas de la Medicina surgieron por el deseo de sus miembros de intercambiar información y experiencias, por unos intereses profesionales compartidos y para establecer estándares acerca de la educación médica.
A lo largo del siglo xx estas sociedades ampliaron sus objetivos y actividades tras incorporar la formación continuada estructurada, generar guías de práctica clínica basadas en la evidencia, aportar conocimiento mediante la investigación en red, proponer estándares de calidad y sistemas de acreditación de los servicios clínicos, participar en la elaboración de los programas de formación postgraduada, asesorar a las autoridades sanitarias en la organización y evaluación de la calidad asistencial y colaborar con las asociaciones de pacientes, entre otros. No se puede comprender el mundo médico y científico actual sin el trabajo desarrollado por las SSCC nacionales e internacionales.
La brusca irrupción de la pandemia por COVID-19 ha cambiado de manera traumática e inusitada el mundo que conocíamos. Nos ha obligado a adaptar completamente las estructuras del sistema sanitario y a aprender de forma acelerada1. Los centros sanitarios que sufrieron un impacto brutal, han cambiado su organización con un desdibujamiento de las especialidades médicas, mediante la colaboración multiprofesional y la innovación, con el alejamiento físico de los pacientes ambulatorios y con nuevas rutas asistenciales2,3. El impacto en la patología NO COVID ha sido muy importante, aunque su verdadera dimensión está pendiente de evaluación4.
Desde el punto de vista social y político, como han reflejado los medios de comunicación, ha habido un interés creciente porque los científicos y los sanitarios ofrecieran soluciones de urgencia para afrontar la pandemia, para minimizar en lo posible el impacto en salud y las consecuencias sociales y económicas, así como aconsejar en las mejores estrategias de vacunación.
Entre la población general, el interés por los asuntos científicos ha sido mayor que nunca y las palabras y los conceptos, habitualmente restringidos a foros profesionales, forman ya parte del lenguaje popular. Ha habido una presencia permanente de líderes de opinión de diversas especialidades médicas para informar acerca de múltiples aspectos de la infección en todos los medios de comunicación, en donde han actuado como informadores cualificados o como portavoces adquiriendo una visibilidad y una influencia social enorme.
En este contexto de crisis generalizada parece necesario reflexionar acerca del papel que han jugado en España las SSCC en general y, de manera específica, el de la Federación de las Asociaciones Científico Médicas Españolas (FACME) –como un órgano colegiado de las mismas– y plantear que rol deben asumir en la era pos-COVID.
Desde el inicio de la pandemia las SSCC españolas ofrecieron recomendaciones de práctica clínica y de prevención con las evidencias rápidamente cambiantes5, analizaron la validez de diversas pruebas diagnósticas6, fomentaron los registros de pacientes y la evaluación de modelos pronósticos7,8, contribuyeron de manera crucial en la realización de ensayos clínicos finalizados en un tiempo récord, y adaptaron su organización tradicional y las modalidades de formación con alternativas no-presenciales.
FACME es una organización de ámbito nacional que agrupa más de 120.000 médicos de 46 SSCC correspondientes a las especialidades médicas reconocidas en nuestro país, que, como órgano de coordinación transversal, ha tenido un protagonismo especialmente relevante. FACME estableció diversos grupos de trabajo y asesoramiento: atención clínica a pacientes con COVID-19, prevención y medidas de salud pública, prevención de riesgos laborales en profesionales sanitarios, vacunación, mantenimiento de la atención médica a pacientes NO COVID, pruebas diagnósticas en COVID-19, sistemas de información y evaluación, transformación digital del sistema sanitario, comunicación y participación de pacientes y la sociedad, apoyo a la investigación clínica coordinada, y atención sociosanitaria. Durante estos meses se han elaborado numerosos documentos orientativos de utilidad, para los profesionales y los pacientes, relativos a distintos aspectos de la COVID-19 que han tenido una notable difusión e impacto9.
Por otra parte, ha asesorado a las autoridades sanitarias en la estrategia y priorización de vacunación frente a la enfermedad. Dentro del Foro de la Profesión Médica ha participado en grupos de trabajo de Recursos Humanos, Formación Continuada y Atención Primaria encaminados a orientar a las autoridades ministeriales en estas estrategias.
A pesar de la tragedia sufrida y de las dificultades futuras que ahora afrontamos todos los países, tenemos ante nosotros la posibilidad extraordinaria de hacer reformas en profundidad10. De acuerdo con lo anterior, la Unión Europea recientemente ha aprobado en una iniciativa sin precedentes, con un esfuerzo económico inusitado, el Plan de recuperación para Europa (Next Generation EU) con el objetivo de impulsar la reconstrucción de los países miembros tras la COVID-19.
Tras esta grave crisis, esta es una oportunidad trascendental para modernizar nuestro sistema sanitario, favorecer la Ciencia y la Investigación en Biomedicina, y hacer una transformación tecnológica real. España se encuentra en una encrucijada histórica y en este momento su futuro está por decidir. No podemos dejar pasar esta coyuntura para afrontar los desafíos actuales con éxito mediante un gran acuerdo nacional en donde Salud, Ciencia e Innovación deberían ser tres de los pilares fundamentales.
Las SSCC, como organizaciones de conocimiento y experiencia, y FACME, en su papel coordinador y transversal, tienen en este momento, más que nunca, deberes y compromisos ineludibles con nuestra sociedad. Tenemos ante nosotros un reto crucial y deberíamos tener un protagonismo especial como interlocutores de las autoridades sanitarias, educativas y científicas, dentro de una iniciativa global que incluya a otras instituciones y organizaciones de nuestro país.
FinanciaciónEste trabajo no ha recibido ningún tipo de financiación.
Benjamín Abarca Buján (Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia), Andrés Íñiguez Romo (Sociedad Española de Cardiología), Cristina Avendaño Solá (Sociedad Española de Farmacología Clínica), Paulino Cubero González (Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria), Juan Sergio Fernández Ruiz (Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria), Ángel Gayete Cara (Sociedad Española de Radiología Médica), José Ángel Hernández Rivas (Sociedad Española de Hematología y Hemoterapia), José María Jover Javalón (Asociación Española de Cirujanos) y Cecilio Santander Vaquero (Sociedad Española de Patología Digestiva).