Tras haber leído con interés la carta del Dr. Abril López de Medrano et al.1 y que suscribimos absolutamente, deseábamos alertar sobre un curioso proceso del pensamiento científico que, a nuestro entender, está sucediendo en el manejo global del tratamiento frente a la COVID-19 de forma generalizada. Es el llamado Argumentum ad ignorantiam, que consiste en creer que «el desconocimiento de evidencias en contra de la idea que apoyamos cuenta como una evidencia a su favor». Y nada más alejado de la realidad y, además, con la capacidad de generar múltiples pruebas ensayo-error de consecuencias imprevisibles, particularmente en una enfermedad de la que desgraciadamente conocemos todavía muy poco.
Pondremos un ejemplo: se ha observado en un estudio preclínico publicado recientemente que el antihelmíntico ivermectina consigue negativizar la replicación del SARS-CoV-2 en 48h, in vitro2. Como no existe ninguna evidencia en contra publicada hasta la fecha, cabría esperar posibles beneficios teóricos de dicho fármaco en humanos. No obstante, si revisamos pormenorizadamente dicho trabajo, se objetiva que la dosis de ivermectina utilizada in vitro es de 5μM. Para alcanzar esa concentración en el ser humano se precisaría la administración oral del orden de 1.000-1.200mg de ivermectina. Según la ficha técnica de este fármaco, su dosis probada en humanos (voluntarios sanos) es en torno a 100-120mg (dosis única) y los efectos secundarios graves por intoxicación son ataxia y comicialidad3. Por ello, parece claro que no sería posible utilizar este fármaco para tratar SARS-CoV-2 en humanos, ya que muy probablemente los niveles requeridos como efectivos serían también niveles altamente tóxicos.
Supongamos que dicho fármaco se hubiera probado a dosis usuales, aprobadas por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) (infraterapéuticas por tanto para COVID-19), en un centro sanitario que presentase baja mortalidad para la enfermedad. En ese escenario podría haberse asumido falsamente que la ivermectina ha jugado un papel determinante en la curación de dichos pacientes, no siendo así por no alcanzar niveles terapéuticos adecuados en sangre.
Por tanto, debemos estar muy alerta frente a publicaciones de terapias «sensacionalistas» apoyadas en series pequeñas de casos (ozonoterapia, suplementos de vitamina D…) y, a veces, de dudosa metodología que, apoyándose en el principio del Argumentum ad ignorantiam, prometen quimeras de curación para la enfermedad COVID-19.